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Bienvenidos a este blog que será el portfolio de la asignatura Innovación Docente de la especialidad de Dibujo del master de Formación de Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato de la UAM. Curso 2010-2011.



martes, 24 de mayo de 2011

La educación artística no son manualidades. María Acaso.

Link para leer el libro on-line:

http://books.google.es/books?id=hedDcDRk0X0C&printsec=frontcover&source=gbs_v2_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false


María Acaso, en su libro “La educación artística no son manualidades” (Editorial Los libros de la Catarata), en su particular búsqueda de nuevas formas de expresión, equipara el poder incitador de la imagen en nuestra sociedad del hiperconsumo con el lobo del cuento de los tres cerditos, y establece la caída de las Torres Gemelas como símbolo de inicio del siglo XXI debido precisamente al gran impacto visual de ese acto terrorista (esta misma imagen dio título a su anterior libro “Estas no son las Torres Gemelas”). Todas estas imágenes retocadas, imposibles, espectaculares en definitiva, que nos llegan a través del televisor, de Internet, del cine y de las revistas, nos rodean, nos hablan, nos incitan, nos dicen muchas veces lo que en palabras sería demasiado largo de contar, poco persuasivo, y puede que incluso políticamente incorrecto. Todas estas imágenes conforman un amplio y complejo lenguaje visual.

El problema es que nuestras casas, poniéndonos en la piel de los cerditos del cuento, se encuentran en grave peligro: no sabemos descifrar ese lenguaje visual si no es de forma parcial y superficial. Los publicistas, diseñadores y demás conspiradores son muy conscientes de ello y tratan de aprovecharlo (para que compremos, para que votemos, para que deseemos ser de una manera u otra). El arte contemporáneo utiliza el mismo lenguaje, “las mismas armas”, los mismos soportes tecnológicos, tanto que a algunos les parece que el límite entre el arte y la publicidad es difuso. El arte puede tomar la iniciativa de enfrentarse o denunciar los abusos y mentiras virtuales del discurso dominante. La paradoja reside en que si este tipo de arte minoritario no aparece en los medios, no tiene visibilidad, no existe, y si aparece en los medios, entonces entra a formar parte del espectáculo.

La educación artística, con razón afirma la autora, tiene el potencial de enseñarnos a analizar de forma crítica el lenguaje visual, a leer esas imágenes, e incluso a despertar nuestra conciencia social. Pero aquí otro lobo asoma las orejas, y el morro… En este caso, se trata de lo que la autora denomina la pedagogía tóxica y cuya definición, tal vez un tanto exagerada, o tal vez irónica, es: “un modelo de educación que tiene como objetivos: a) que los estudiantes formen su cuerpo de conocimientos a través del conocimiento importado y b) sean incapaces de generar conocimiento propio” (basta acercarse a la realidad docente para darse cuenta de que son muchos los profesores que sí reflexionan sobre su forma de enseñar y que sí tratan de contrarrestar este modelo tóxico). María Acaso ofrece una revisión histórica de los sucesivos modelos de educación artística, que nos permite llegar a la conclusión de que hoy en día se mantiene la visión errónea de que el papel central del proceso artístico lo ocupa el productor de la imagen y no el espectador. Ésta sigue siendo una asignatura maría, que mira con recelo al arte contemporáneo, y que no incorpora las nuevas tecnologías a las aulas.

La mayoría de los estudiantes de Bellas Artes acaban siendo profesores. Sin embargo, no hay ninguna asignatura a lo largo de la carrera que tenga que ver con la enseñanza. Estos alumnos, al no saber cómo enseñar, acaban reproduciendo ese modelo tradicional e inefectivo de enseñanza. Como afirma Acaso, la razón de esto es que lo “guay” es ser artista, no profesor. La figura del docente, en ésta y en cualquier otra materia, se encuentra fuertemente desprestigiada.

Sin embargo, los museos, y poco a poco también las escuelas, se están despertando y enderezando frente al peligro: podemos citar como ejemplo el método educativo con más vigencia en la actualidad, el método del Pensamiento Visual (o Visual Thinking, ideado por investigadores del MoMA), que mediante sus unidades didácticas busca “convertir a los observadores noveles en observadores autosuficientes”. Éste y otro tipo de programas similares son posibles gracias a la figura emergente y crucial del educador, que guía a los grupos escolares o a los visitantes de una exposición “en el tránsito de la contemplación a la comprensión de la obra de arte” (lo mismo es válido también para cualquier otro tipo de material visual), sin dejar de lado por supuesto la expresión de los sentimientos o del goce que puede generar la experiencia artística.

Según la propia autora, este libro va dirigido a sus alumnos de Bellas Artes, aunque puede serle útil a cualquier persona que tenga que enfrentarse a la situación de tener que enseñarle algo a alguien, y por lo tanto incorpora una propuesta práctica, el “currículum-placenta”, basada en las reflexiones de la investigadora norteamericana Elizabeth Ellsworth.

No se trata sólo de descifrar los propósitos ocultos de la publicidad, ya que estamos rodeados de información visual, y si no, fíjese en la habitación en la que se encuentra, o en la vestimenta que lleva puesta: ¿Qué ve?… ¿Qué le hace pensar eso?

Johanna Pérez Strand (Educadora y coordinadora de programas educativos sobre Arte y Patrimonio en colegios e institutos de la Comunidad de Madrid.)

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